¿Alguna vez ha tenido un problema que simplemente no has
podido resolver? ¿Te has enfrentado a una situación que te abruma y has sentido
una gran frustración porque después de mucho intentar no logras estar ni
remotamente más cerca de la solución? Si te has encontrado en algún escenario así tal vez la razón haya sido que no estuviste
resolviendo el problema correcto.
Muchas veces aquello
que denominamos como un problema es en realidad la consecuencia de un origen
que no hemos logrado identificar. Tal vez te sorprenda lo que comento pero muy frecuentemente los individuos y las
organizaciones no tienen claro cuál es el verdadero problema que enfrentan y gastan
muchísimo tiempo, esfuerzo y recursos, solucionando problemas que no
necesariamente deberían demandar tanto su atención.
Como ejemplo te comparto esta breve historia.
En 1959 un magnate industrial británico llamado Henry
Kremer, inspirado por la visión de Leonardo Da Vinci, lanzó un reto y ofreció
un premio de 50,000 libras al primero que pudiera construir un aeroplano que
impulsado únicamente por el esfuerzo físico del piloto pudiera recorrer una distancia de media milla, volando
en forma de 8 entre dos marcadores, tiempo después aumentó el valor de su reto
a 100,000 libras, el equivalente a unos 2.5 millones de dólares en la
actualidad a quien con las mismas condiciones pudiera atravesar el Canal de la
Mancha. Cientos de personas lo intentaron y fallaron, pasaron más de diez años
de fracasos hasta que un ingeniero mecánico de nombre Paul MacCready decidió
atacar de manera diferente el problema, después de hacer una análisis detallado
de los elementos involucrados en las posibles soluciones y de la historia de
los intentos fallidos se dio cuenta que todos los que habían tratado de resolver
este reto no estaban enfocados en el verdadero problema. “El problema, es que no hemos entendido el
problema”, decía.
El descubrimiento de MacCready fue que todos los que estaban
trabajando en el vuelo del aeroplano impulsado por esfuerzo humano, tardaban en
promedio un año en construirlo basados en conjeturas y en teoría sin el aporte
de las pruebas de campo, cuando de manera triunfante completaban el avión y lo
llevaban a probar, minutos después el resultado de años de trabajo se
estrellaba en el suelo, inclusive en los vuelos más exitosos, unos cuantos
metros después de despegar el vuelo terminaba con un piloto físicamente exhausto.
Con ese único nuevo dato los equipos tenían que trabajar otro año para fabricar
un nuevo modelo, volverlo a probar y volver a aprender. El progreso era muy
lento por obvias razones, pero era de esperarse en la búsqueda de una visión
tan complicada y así es como tendría que ser.
Pero en realidad el problema era el problema y MacCready comprendió que el dilema no era resolver el vuelo impulsado por esfuerzo humano, eso era una cortina
de humo. El problema era el proceso en sí mismo, y la búsqueda ciega de un
objetivo sin tener un entendimiento más profundo de cómo atacar grandes y difíciles retos. Entonces definió un
nuevo problema que se propuso resolver: Cómo se podría construir un avión que
pudiera ser reconstruido en horas en lugar de meses. Y así lo hizo, construyó
un avión con poliéster, aluminio, tubería y alambre.
El primer avión no funcionó, era demasiado endeble, pero
como el problema que se propuso resolver fue crear un aeroplano que se pudiera
reparar en horas, le fue posible reconstruir y volver a probar rápidamente, algunas
veces volaba hasta tres aviones diferentes el mismo día. Reconstruía, volvía a
probar y acumulaba más datos y experiencia; el ciclo cambió de meses y años a
horas y días.
Para entonces 18 años habían pasado desde que Henry Kremer abrió
su billetera para materializar su visión y nadie pudo lograrlo hasta que Paul
MacCready se involucró en el proyecto y replanteo el problema a ser resuelto. Medio
año después el “Albatros de Gossamer” de MacCready voló 2172 metros para ganar el
premio y medio año después voló a través del canal.
(Extraído del blog de Aza Raskin).
¿Cuál fue el aprendizaje? Cuando estas resolviendo un reto
muy difícil replantea el problema para que tu solución te ayude a aprender más
rápido. Encontrar una forma más veloz para fallar, recuperarte y volver a
intentar. Si el problema que estas tratando de resolver resulta una tarea descomunal,
entonces estas resolviendo el problema equivocado.
Identificar y definir bien un problema es crucial para su
solución. Muy a menudo nuestra forma de
proceder es reactiva, esperamos a que los problemas surjan y es entonces cuando
nos ponemos en acción para atenderlos y cuando no se ha encontrado la solución
correcta o el resultado de ejecutar un plan de acción no es el esperado, es
entonces que se comienza a hacer evidente que el proceso para resolver ese problema
no había sido el indicado.
Definir un problema es siempre una cuestión de actitud. Todo
problema debe entenderse siempre como una oportunidad, inclusive es necesario
ampliar nuestra perspectiva, ampliar nuestro enfoque para visualizar una serie
de problemas como un conjunto de indicios en una búsqueda para adquirir algo de
gran valor.
El definir
correctamente el problema a resolver mejora exponencialmente la efectividad de
tu proceso para encontrar la solución. Así que ante todo reto y en la vida en
general, es necesario cambiar a una orientación proactiva, buscar problemas,
problemas importantes y valiosos que resolver, porque si en todo problema se encierra
una oportunidad, eso es en realidad lo que estamos buscando, oportunidades para
mejorar.
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