lunes, 6 de octubre de 2025

Morena en Querétaro, el asalto legislativo



Lo que ocurre en la LXI Legislatura de Querétaro no es un pleito menor entre bancadas: es una muestra más del modo en que Morena ha aprendido a deformar la democracia hasta convertirla en utilería. El caos con el que la alianza Morena–PVEM–PT impuso una Mesa Directiva sin consenso ni legalidad repite, punto por punto, el patrón nacional del partido en el poder: ganar a cualquier costo, incluso al precio de la ley.

En Querétaro, donde el PAN había logrado preservar una imagen de estabilidad, la 4T encontró su laboratorio de conflicto. Sesiones nocturnas, boletas sustraídas, diputadas “ilocalizables” y mayorías improvisadas conforman el nuevo rostro de una oposición que se disfraza de alternativa moral. Lo que antes denunciaban del PRI, hoy lo ejecutan con eficiencia: el viejo régimen reciclado bajo un nuevo nombre.

No hay que ir muy lejos para reconocer la secuencia. En 2019, la designación de Rosario Piedra Ibarra como titular de la CNDH fue la primera señal de este modelo de manipulación institucional: votos desaparecidos, conteo alterado y una “victoria” fabricada desde el poder. Desde entonces, Morena perfeccionó el método. Con apenas el 44 % de los sufragios federales se otorgó una supermayoría legislativa ilegítima, aprovechando la sobre-representación que tanto prometió eliminar. Con ese artificio controla hoy el Congreso de la Unión, reformando leyes al antojo del Ejecutivo y reduciendo la pluralidad a trámite.

El mismo cinismo se proyecta en el Poder Judicial. El escándalo reciente de los “acordeones” en la elección de jueces y ministros evidenció que ni la meritocracia ni la independencia importan: lo que interesa es la obediencia. Morena pretende llenar los tribunales con leales, no con juristas. El discurso de “justicia popular” encubre el viejo deseo de someter a los otros poderes.

Y mientras tanto, el partido multiplica alianzas con los mismos personajes a los que decía combatir. En Veracruz, los Yunes se acomodan en el nuevo mapa de favores; en Querétaro, el Partido Verde vuelve a vender su voto al mejor postor, confirmando que la “transformación” también tiene precio. Es el retorno del pragmatismo más burdo, envuelto en retórica moralista.

Morena prometió regenerar la vida pública y acabó institucionalizando la simulación. En el Congreso federal, en los estados o en los juzgados, se repite la misma ecuación: manipular las formas para controlar el fondo. No se gobierna con consenso, sino con sometimiento; no se persuade, se impone.

Querétaro, que durante años fue símbolo de orden y legalidad, hoy es espejo de una tendencia nacional: el deterioro del Estado de derecho disfrazado de victoria popular. Si antes el poder se concentraba en el partido hegemónico del siglo XX, ahora lo hace en nombre del “pueblo”. Y esa es, quizá, la ironía más peligrosa: Morena no destruyó el viejo sistema, lo perfeccionó.

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